Los liderazgos sintetizan sentimientos, concepciones, horizontes como construcción histórica, es el tiempo en el que se arriba y simultáneamente también es la temporalidad del horizonte.
Hoy, arbitrariamente se impone cualquier imagen política mediática como liderazgo, para forzar discursivamente que tenemos varios líderes, estrategia que cubre la ausencia estructural para sustituir con simbolismos. Es el mecanismo que tiene en medios privados de comunicación el instrumento más eficaz para imponer una fantasía como realidad fáctica.
En este casi primer cuarto de siglo, Santa Cruz asiste incrédula al devenir sin norte, al que le está conduciendo el establishment cruceño.
El inicio de siglo se caracterizó por la manifestación pública de la crisis terminal del sistema político, del neoliberalismo, del modelo estatal republicano, colonial y centralista.
Rubén Costas, presidente del Comité Cívico pro Santa Cruz (2003-2005), encabezó el salvataje departamental demandando e imponiendo la elección de prefectos por el voto democrático, el fin no era democratizar la elección de la primera autoridad política, sino quitarle esa facultad al próximo Presidente de la República, que en esa coyuntura ya se vislumbraba que sería un indígena de izquierda. Costas representaba el deseo de ruptura con el centralismo dentro el mismo Estado republicano- neoliberal para controlar el departamento e imponer la autonomía.
Branko Marinkovic representó la crítica interna a la élite cruceña que vivía, disfrutaba y se enriquecía con republicanismo centralista, el norte era la ruptura con ese tipo de Estado, la autonomía era el medio que utilizaba para construir un movimiento antigobierno y anti Asamblea Constituyente; el federalismo era la posibilidad constitucional, el separatismo, la opción de poder. El factor que determinaba esta posibilidad era el liderato que representaba, la subordinación de toda la institucionalidad cruceña política, empresarial, mediática, eclesial… la adscripción subordinada de otros tres departamentos — Pando, Beni y Tarija— y de los políticos nacionales de derecha.
Costas fue absorbido por el tiempo político constituyente y Branko fue derrotado porque su objetivo no era el horizonte compartido al interior del departamento, y rechazado nacionalmente; los dos presidentes cívicos representaron el fracaso del establishment cruceño, se consideraban a sí mismos líderes y portadores de un nuevo paradigma nacional.
Camacho emergió del anonimato político para vengar a sus antecesores utilizando el método de Banzer, que conspiró desde Santa Cruz, subordinó a líderes como Paz Estenssoro del MNR, Gutiérrez de la FSB y utilizó a las FFAA para encabezar el golpe de Estado de 1971; Camacho, en esa lógica golpista, logró absorber y subordinar a Mesa, Tuto, Doria Medina, Albarracín, utilizó las FFAA, la Policía, iglesias, medios de comunicación para validar el golpe. La diferencia es que Banzer representaba un proyecto de poder, Camacho solo el método de la violencia.
Jeanine en el gobierno, incorporó a lo selecto de las alas en disputa de la cruceñidad, Ortiz y Parada por Demócratas, y a Justiniano en representación de Camacho para tener el apoyo sólido de la derecha, y al empresario exportador Rojo; con ello se aseguraba, aparentemente, tener a Santa Cruz como su polo de sustento regional, luego incorporó a Branko, en la fase de la decadencia como salvataje.
Camacho creyó ser el poder que no se logró con el golpe y la respuesta a la pésima gestión del gobierno de facto, primero con su postulación a la Presidencia, y el resultado democrático constató dramáticamente lo contrario; segundo, replanteó su estrategia e impuso ser el único candidato del establishment.
Los Demócratas y Comunidad Ciudadana de Mesa se subsumieron a Camacho y decidieron no postular a la gobernación; Angélica Sosa, la heredera de Percy como candidata a alcaldesa, hizo campaña en favor de Camacho, lo que expresa que el expresidente cívico no ganó las elecciones, sino que heredó la gobernación como retribución a liderar el golpe.
El nuevo gobernador hizo el ensayo de una propuesta federalista, logró un titular, luego impidió que se ice la wiphala, otro titular, su boda fue el acontecimiento, su pésima gestión pública es la constante; para no ahogarse necesita un salvavidas, el Censo y el enfrentamiento con Jhonny Fernández es la excusa para retomar junto a Calvo los paros y la violencia, como el método más efectivo de aparentar liderazgo.
Camacho es el fracaso del establishment y del paradigma de la cruceñidad. Forzaron la ficción de liderazgo por márquetin publicitario o por los robots de las redes sociales. Lo que aspira la derecha de él es que termine su gestión por lo menos con una mediana gestión pública, es decir Camacho representa y expresa la decadencia.
César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.
Camacho, la decadencia
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