Europa en las garras de los Estados Unidos


Más allá de los resultados catastróficos de la guerra en Ucrania, que está afectando directamente a millones de personas de ese país y a la gente que habita en todos los países miembros de la Unión Europea (UE) y de Rusia, los Estados Unidos es y será el gran beneficiario de esta profunda crisis geopolítica y económica, porque tendrá bajo su control, durante las próximas décadas, todo el territorio que quede de Ucrania y las decisiones en la totalidad de los países de esa región, que estarán condicionados por las supermillonarias deudas y bajo la presión militar del comando del Pentágono en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Los gastos que realizan los Estados Unidos de más de 60 mil millones de dólares solamente en materia bélica, deberán ser asumidos por los ucranianos, quienes además tendrán que requerir de otra cantidad similar o mayor para su reconstrucción económica. De la misma manera, todos los países de la UE están viviendo ya una superinflación, la carestía generalizada de energía, la falta de alimentos y otros productos de consumo necesario, la recesión y una incertidumbre similar a la ocurrida en la crisis de 1929 y en la postSegunda Guerra Mundial. Los gastos de Washington en esa región son deudas económicas y financieras.

Esta situación no es nueva, ya el Plan Marshall de reconstrucción de Europa después de la Segunda Guerra Mundial significó que el gobierno y los poderes reales de los Estados Unidos consiguieran controlar los ámbitos militares, económicos, políticos y financieros y organizaran enclaves estratégicos bajo su control absoluto. Las bases militares de los Estados Unidos en Europa alcanzan a 450, de las cuales la mitad se encuentran en Alemania, la potencia derrotada en aquella conflagración.

En otros casos históricamente identificados en Oriente Medio (Irak y otros), África (Libia y otros), Asia (Japón y otros) y América Latina (Cuba y otros), la receta fue similar: generar provocaciones bélicas y de violencia, intervenir militarmente, endeudar al país o apropiarse de sus recursos, movilizar sus empresas transnacionales y sus bancos y financieras para su reconstrucción, condicionar sus políticas internas y asegurar un control de largo plazo.

Y no solamente eso, los países no involucrados directamente en las crisis son presionados para "aportar" con materias primas, riquezas naturales, alimentos y otros recursos a precios bajos y sometidos a su control imperialista. El caso de Bolivia es emblemático, porque durante la Segunda Guerra Mundial los Estados Unidos le obligaron a vender estaño a precios inferiores, acumulando reservas y utilizándolas posteriormente para especular con los precios, poniendo a nuestro país bajo su total control.

Las experiencias de las guerras mundiales y regionales permiten reflexionar de lo importante que es, en estos casos, asumir una posición neutral o "tercera posición", defendiendo los propios intereses de los países del Tercer Mundo, como lo hicieron en su momento los gobiernos de Brasil, Argentina o México, ya que actualmente la administración de Joe Biden busca controlar las reservas de gas y petróleo y recurre a Venezuela y otros países de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), sin embargo, las condiciones mundiales han variado.

En el caso de América Latina y el Caribe se abre la perspectiva de que, en el marco de un mundo multipolar y de crisis de los centros hegemónicos de Europa y Norteamérica, se avance en los procesos de integración y unidad para construir y desarrollar el proyecto de la Patria Grande.