Wikipedia, ni más ni menos, define la realidad aumentada (RA) como "el conjunto de tecnologías que permiten que un usuario visualice parte del mundo real a través de un dispositivo tecnológico con información gráfica añadida por este. El dispositivo, o conjunto de dispositivos, añaden información virtual a la información física ya existente, es decir, una parte virtual aparece en la realidad. De esta manera los elementos físicos tangibles se combinan con elementos virtuales, creando así una realidad aumentada en tiempo real".
Esta extensa pero clara definición, quizás innecesaria para los más jóvenes, vincula claramente la realidad objetiva, concreta, que nos rodea, y las posibilidades que nos ofrece la tecnología a través de nuestros celulares, tablets y otros.
Al ver en nuestra pantalla una calle, simultáneamente podemos ver datos históricos de ella, guías de negocios ubicados cerca, información sobre medios de transporte disponible, tutoriales, videos que interactúan con la realidad o, finalmente, pokemones. En la "virtualización de la realidad" que nos rodea hay para escoger.
Pero esta tecnología no sólo incrementa la realidad percibida sino que también la distorsiona pues incorpora elementos que no están ni al alcance del ojo humano ni en la mente de la persona expuesta al ejercicio. Mientras que nos introducimos a esta RA, necesariamente estamos aceptando el nuevo modelo de realidad que nos proponen los programadores o productores de contenidos.
Son los riesgos de la tecnología.
Y ahora sí quisiera extrapolar este fenómeno tecnológico a otro fenómeno social, cultural y político que ya se hace patente en las calles bolivianas. Las últimas semanas, en medio de las protestas por la derogación de la ley 1386, una suerte de superposición de lo real con lo virtual comenzó a verse de manera agudizada en las pantallas de nuestros celulares y en las de algunos canales de televisión nacionales.
Fuimos testigos de dos fenómenos: i) la lucha encarnizada alrededor de una ley que nadie conocía y ii) la construcción de una dinámica destinada a la "inmersión" de la población dentro de la realidad de un conflicto con "agregados artificiales" incluidos.
La mentada ley movilizó a diversos sectores, organizaciones y regiones y llegó a generar incluso muertes. Pero ni los que la defendían ciegamente ni los que clamaban al cielo por su abrogación, la conocían. Valen apuestas. Aquellos en contra de la ley se posicionaban no en base al contenido de la misma sino, en base a la susceptibilidad sobre lo que el Gobierno, quizás, podría hacer con ella. Desconfiaba de las intenciones del Gobierno y no tanto de la famosa pero desconocida Ley.
Asistimos también a la "inmersión" inducida por los medios de comunicación a una realidad virtualizada y maximizada. Eso no significa que no hubiese habido paro, movilizaciones o enfrentamientos, pero la construcción escenográfica que se montó no prescindió de nada. Enormes y largas coberturas mediáticas que hacían suponer que el país estaba en llamas, campañas de desinformación que abarcaban desde leyes inexistentes (de derechos reales, de inquilinato) hasta extraños y altamente sospechosos movimientos militares y las consabidas reiteraciones de cadenas que alertaban sobre el "comunismo castro – chavista" que se cernía sobre el país y contra el control abusivo y malintencionado que el Gobierno quiere ejercer sobre la propiedad privada.
La versión Siglo XXI de las campañas anti comunistas de la era Macartista y de los años 60´s del pasado siglo.
Tampoco faltaron los "agregados artificiales" que se sumaban a la realidad. Transmisiones en vivo y en directo, durante interminables minutos, de desesperados ciudadanos que de rodillas y con la mirada puesta en la cámara, suplicaban a la Policía que los dejara seguir bloqueando. El rebautizo apresurado de un paro cívico en paro Multisectorial en el que el Comité Cívico de Santa Cruz decidía apoyar, ni más ni menos, que a los gremialistas. Extrañas camionetas con extraños enmascarados recorriendo las calles de Santa Cruz, y otros agregados que, por lo menos, vale la pena investigar.
Toda una superposición de lo virtual sobre lo real.
Sin embargo, estos ejercicios no aumentaron la realidad como en el mundo de la tecnología. Todo lo contrario. La redujeron a un nivel peligrosísimo. Durante una semana y media dio la impresión (mediática) de que podían ser ciertas las palabras de que "el país se jugaba su última carta" en su lucha por la libertad y la democracia y que estábamos (nuevamente) al borde de un enfrentamiento fraticida. Según algunos medios, la realidad total del país se había reducido a ese paro, pero la Ley cayó, el Gobierno sigue ahí y la realidad real, se impuso nuevamente.
Eso sí, el intento distorsionador de emular socialmente la realidad aumentada, mostró cuan fácil es sumergir a ciertos sectores de la población dentro de una ficción mediática, virtual. Sumergirla malintencionadamente, en una realidad reducida.
Para tomar en cuenta:
1.- Por primera vez en el Gobierno de Luis Arce los medios de comunicación y sus Directores fueron invitados pública y abiertamente a discutir el tema de la desinformación y las campañas de mentiras en Redes Sociales y en medios tradicionales. La Asociación Nacional de la Prensa declinó gentilmente la invitación.
2.- La Satánica Ley 1386, principio y fin de las movilizaciones, ya no está vigente. Ahora existen nuevas demandas y nuevas leyes por abrogar. ¿No existirá una realidad más importante para la población más allá de la cruzada anti normativista?
3.- Durante el paro se aprobó el tratamiento gratuito de quimioterapia por parte del SUS. Hace un par de años medios y sectores de la opinión pública consideraban este un tema de suprema importancia. Hoy, la noticia pasó casi inadvertida y no consiguió hacerse un espacio en nuestras pantallas llenas de paro.
Manuel Mercado Gordillo es especialista y asesor en comunicación política
Realidad aumentada
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