El expediente del intocable Camacho


La noticia sobre el acuerdo con un minero que en 2019 le ofreció a Luis Fernando Camacho "tumbar" a Evo Morales, incluso con el uso de "1.000 mineros llenos de dinamita", pasó como si se tratara de una simple anécdota. Nadie se inmutó, ni los medios de información entendieron que la develación, planteada por el mismísimo ahora Gobernador de Santa Cruz, sea noticia.

Hace una semana, LA RAZÓN publicó un segundo extracto de un video que apareció el 28 de diciembre de 2019, cuando Camacho contó a sus correligionarios su "proeza" de haber derrocado a Morales luego de que su padre había "cerrado" con militares y policías.

"Cuando cerramos con todo y el día sábado, antes de que renuncie Evo Morales, dice el tipo 'júntame a toda la gente, a todos los cívicos en la puerta del hotel, voy a dar la cara'. Hasta ese momento solo había hablado conmigo. Ya tenía 6.000 mineros llenos de dinamita para entrar y sacar a Evo Morales", cuenta el otrora líder cívico cruceño en el video.

Dice que el minero tenía miedo de que los militares lo detengan. "Le dije que 'no, no se preocupe, hablé con los militares, con el general, me dijo que ni iban a salir'", recuerda.

"Quedó tranquilo, me dice: 'Te doy hasta el domingo; si el domingo no se va, el lunes le saco yo con dinamita", dice Camacho en el video que no causó mayor repercusión.

¿No es grave la develación? ¿Por qué no interesó el caso a los medios de información que dicen llamarse independientes, plurales e imparciales?

No, lamentablemente. Otra vez un evidente cerco mediático naturaliza hechos graves que ocurrieron en 2019, como las masacres de Sacaba y Senkata.

Camacho se ha convertido en los últimos meses en un tipo —parafraseándolo— intocable, que puede contar sus aventuras sediciosas sin inmutarse y repetir la historia sin que nadie pueda hacer algo.

Acaba de amenazar al presidente Luis Arce con "un segundo round". Y su lugarteniente, Rómulo Calvo, su sucesor en la presidencia del Comité pro Santa Cruz, dijo tener la "receta para tumbar a un dictador".

Camacho se desgañita en ser el defensor de las libertades y de la democracia. Su discurso no calza en el espíritu democrático.

En la crisis poselectoral de 2019 hizo todo lo posible por desnaturalizar los valores democráticos y naturalizar actos que rayan en la sedición, de manera recurrente y sistemática.

Su expediente es largo desde que irrumpió en la agenda nacional el 21 de octubre, un día después de las elecciones de entonces.

En sendos cabildos multitudinarios, eso sí, invocó a las Fuerzas Armadas, propuso la atención de un pliego de la Policía Boliviana a través del "próximo gobierno", planteó el "punto final" y la conminatoria de renuncia en 48 horas de Morales, y redactó una carta de dimisión para que la firme el presidente.

Es más, el 4 de noviembre propuso que la entonces decana del Tribunal Supremo de Justicia, María Cristina Díaz, reemplace a Morales, y que renuncie la "sucesión constitucional". La mañana del 10 de noviembre, sugirió "una junta de gobierno transitorio conformada por notables de toda la población".

Y en la tarde, antes de la renuncia de Morales, irrumpió en el Palacio Quemado (dijo en el video que fue con ayuda del ahora fallecido director de la UTOP, Heybert Antelo), en cuyo hall plantó la carta de renuncia de marras, una Biblia y una tricolor. ¿Puede un civil que no sea funcionario ingresar así en el edificio gubernamental?

Ahora, blindado por su victoria en las subnacionales de marzo, Camacho desafía otra vez y nadie —la Fiscalía suspendió sin razón aparente su declaración— hace nada por hacerle entender que lo que hace no condice con la institucionalidad democrática del país. Se ha convertido peligrosamente para la democracia en un político intocable.

Rubén Atahuichi es periodista.