La sociedad paliativa


El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, que radica en Alemania, acaba de sacar otro de sus incisivos textos en el que sigue la secuencia de análisis sobre las sociedades de hoy. En éste nos habla de una sociedad que busca por todos los medios atenuar los niveles de sufrimiento por los que pasa.

Vivimos rodeados de un momento en el que la posibilidad de eludir al dolor en cualquiera de sus manifestaciones es más que evidente, a esto el autor lo denomina como la "algofobia", fobia al dolor, porque tenemos una tolerancia cada vez más pequeña al sufrimiento.

Esto que podría parecer algo baladí, no lo es, porque al estar entregados a buscar por todos los medios la administración de los analgésicos que fueran necesarios para no llegar a sufrir ningún tipo de dolor, lo que estamos generando es que los paliativos con los que existimos nos impidan tener la seguridad de llevar adelante reformas profundas, incluso si éstas son dolorosas, ergo: no estamos dispuestos a aceptar ninguna política de shock porque eso significa que el sufrimiento está muy cerca.

Por eso se nos antoja constantemente todo pasado en el que vivíamos "cómodamente", estamos mucho más predispuestos a revivirlo con tal de seguir experimentando esa sensación de placer paliativo porque el futuro nos obliga a pensar en dejar los analgésicos y atender el problema de raíz.

Esta sociedad paliativa en la que vivimos nos empuja a seguir cultivando relaciones enmarcadas en la idea de que quien se atreve a experimentar dolor, entonces no es un sujeto del rendimiento, por tanto no es alguien que tiene las capacidades que exige una civilización altamente competitiva que pide poner en lo más alto los rendimientos meritocráticos que tenemos por encima de darle vida al dolor.

Si no somos capaces de estremecernos, entonces no seremos capaces de tener una experiencia, por tanto, nos dice el autor que tenemos una vida cosificada, por esto la nueva fórmula de dominación es el principio del "sé feliz". No nos damos cuenta, pero esto despolitiza la política, porque ya no queremos saber de disenso y conflicto en nuestras vidas frente al otro, porque antes de hablar de posiciones de izquierda y derecha es más conveniente y paliativo decir que eso ya no existe, y que la igualación ideológica es lo que se sobrepuso y a lo mucho podemos hablar de causas sociales antes que de problemas estructurales de división de la sociedad.

A la muerte permanente que nos acecha en los medios de masas, producto de la pandemia, esto nos pone nerviosos a todos y nos arroja a un terreno en el que la supervivencia se hace vital, por eso vivimos el presente con nerviosismo, el pasado con ilusión, y el futuro con terror. Este escenario es perfecto para políticos que buscan una suerte de nostalgia restauradora como dice Boym, donde ellos explotan la idea de que el pasado era perfecto, casi como una película ideal en el que las teorías conspiranoicas y las mentiras están a la orden del día.

Por tanto, no debemos olvidar que sin la experiencia del dolor es imposible hacer valoraciones basadas en distinciones, y como dice el autor, para ir cerrando esta columna, por mi parte agradecido por comenzar un ciclo en este periódico: "el mundo sin dolor es un infierno de lo igual. En él reina la indiferencia, la igual validez de todo. Hace que desaparezca lo incomparable".

Espero que juntos, usted amable lector y yo, experimentemos algo de dolor en este espacio de columna, porque eso habrá significado que nos interpelamos y nos atrevimos a explotar nuestra burbuja social para devolverle a la sociedad alguito de certeza de que vale la pena correr el riesgo por el futuro.

Marcelo Arequipa Azurduy es politólogo y docente universitario.