Iniciando el siglo XIX, Mary Shelley escribe y describe a ese personaje que es creación del Dr. Frankenstein (con buenas intenciones) y de allí el nombre que recibe su creación, y que pasa a ser un ser "malvado" por su fealdad y marginalidad (proceso social de interacción y de etiquetamiento).
Recientemente, un personaje del siglo pasado ha permitido la obtención de un premio Oscar a quien lo personificó: al Guasón (la última versión que es digna de verla más de una vez). Más allá de la evidente tendencia positivista psicosocial de cómo se construye el niño víctima y su proceso (de marginalidad) hacia el adulto victimador, la película Guasón nos muestra las circunstancias complejas en que se desarrolla, los valores que se construyen, las etiquetas que marcan y terminan automarcando, etc., pero en la perspectiva de la influencia en la individualidad y de criminalización de la marginalidad socioeconómica.
En la misma línea de "monstruos" podemos mencionar aquellos niños que son secuestrados por grupos irregulares que los obligan (sin ninguna opción de escogencia en libertad) a matar a sus padres como proceso de iniciación, para después convertirse en "pervertidos asesinos".
Hace pocos días escuché a un viejo amigo criminólogo, Chisthopher Birkbeck, manejar la novedosa categoría de "concurrencia" para mostrar cómo una vieja víctima también encarna y se transforma en el nuevo victimador. Creo que un largo seminario donde también expusimos, pero más escuchamos, no se justificó mejor que con dicha categoría expuesta: concurrencia.
Es a partir de esta doble condición de víctima y victimador donde nos asalta la duda sobre la libertad y el libre albedrío. ¿Cuál y de dónde proviene la libertad de la víctima que queda marcada, inducida a una especie de brete (aquellas maderas que marcan el estrecho camino del ganado para poder marcarlos, vacunarlos, etc.) social? ¿Cuál y de dónde provendría la libertad de escogencia entre el bien y el mal que nos muestra el "libre albedrío" de la otrora víctima convertida —no en libertad— ya en victimador? ¿Cómo los criminólogos podemos aportar para entender esta situación y así plantear propuestas para la implementación de políticas públicas que no reproduzcan este perverso círculo vicioso?
¿Cómo analizar criminológicamente esta situación en sociedades como la nuestra, donde existe más del 60% de pobreza, sin criminalizar y caer en determinismos sociales que reproducen dicho círculo vicioso?
¿Cómo plasmarlo en el Código Penal, cuando hay conciencia de aquello? ¿Dónde queda la culpabilidad? ¿Dónde la corresponsabilidad por omisión de la sociedad y del aparato de Estado que debe proteger por mandato constitucional? Si el sentido de existir del Estado es la protección del "ser social", ¿se deslegitima éste ante la incapacidad de protección? ¿Se deslegitimiza la democracia?
Sin pretender, en lo mínimo, justificar la violencia existente, ni alarmar sobre la real deslegitimación de la institucionalidad estatal, la corresponsabilidad social por omisión y la consecuencia natural de disminución alarmante de los valores democráticos, es bueno sentarse a reflexionar sobre ello para producir respuestas. Es obvio que me convierto en un profundo cuestionador de la existencia de la libertad y del libre albedrío, ya que el pasado nos limita al extremo de poder cuestionar su existencia, y el presente está determinado por dicho pasado, ¿de qué capacidad de escogencia en libertad estamos hablando?
Alejandro Colanzi es criminólogo y fanático destroyano.
Guasón, Frankenstein o concurrencia
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