Discriminación: una discusión criminológica necesaria


El respeto a la Dignidad de las personas es producto de un largo proceso histórico que logra un salto cualitativo con el advenimiento del Estado Moderno, y, es este, que por sus propias contradicciones produce otro nivel cualitativo con el Estado Social y Democrático de Derecho, también conocido como el constitucionalismo social.

Hasta inicios de este siglo, en los programas de criminología se mostraba que el positivista Lombroso sustentaba su racismo evolucionista en Comte y antes en Darwin (siglos XVIII-XIX) cuando ya Foucault (Foucault, 1976) había retrotraído ese sustento a los siglos del Medio Evo tardío e inicios del Renacimiento.

Conocer el cómo se origina, desarrolla y utiliza ¿nos permitirá proponer alternativas para dificultar su reproducción? Este es el reto, consideramos, de la criminología desde nuestra indo-afro-latinoamérica.

La evidencia del racismo en la concepción antropológica de los estudios criminológicos de Cesare Lombroso, es solo el punto de partida en la retrospección históricocultural de cómo se construye este instrumento de indignidad humana. Hoy, en el inicio del tercer milenio de la era cristiana, este instrumento está presente no solo en Europa, sino también en nuestra indo-afrolatinoamérica en su núcleo cultural, repartido en diferentes generaciones, niveles socioeconómicos y pigmentaciones dérmicas. Exploramos cómo y por qué el proceso discriminatorio comienza desde la perspectiva física en los griegos, su proceso de acumulación con el judaísmo, el cristianismo romano, la influencia de un invasor «extraño» como Atila, las cruzadas contra los herejes demoniacos, la Inquisición católica, el "renacimiento" y los nuevos mundos y su colonialismo. También, los mecanismos de dominación y el «salto» de la racionalidad y el cientificismo necesarios para su hegemonía. Finalmente, el determinismo biológico del siglo XIX y, obviamente, los estudios de Lombroso, conocido como el padre de la criminología.

En las sociedades nómadas como en los primeros milenios de las sedentarias, la belleza estuvo vinculada a la "reproducción" biológica y también a las deidades, que al haberse "hecho" humano (Egipto) se vinculó a la casta. Y, es a partir de los griegos que la belleza tiene una mutación, por su realidad material —geográfica principalmente—, que también implicó la discriminación, hasta la eliminación, de su antónimo: la Fealdad.

Esa construcción se ve fortalecida con la expansión romana y el desarrollo de las religiones monoteístas, y acelerada cuando el cristianismo se torna en poder al ser "oficial" y más aún cuando es poder real e instrumentaliza a la Escolástica, la "Santa" Inquisición y las Cruzadas, logrando poder "absoluto".

Será a partir del "descubrimiento", "encuentro" o "invasión" de los nuevos mundos que esa acumulación sociocultural dará un salto en la justificación de la nueva colonialidad de los "nuevos" mundos. Será a partir de allí que el poder posa sus ojos y bolsas de dinero en la intelectualidad que justifica una supremacía cultural, "racial" (se divide al mundo) y geopolíticamente, discriminadora de lo sometido. Llega a su punto más alto en el siglo XIX, con la emergencia de la criminología positivista, y al mayor grado de la barbarie a inicios del siglo XX.

La discriminación por color de piel, mal llamada "racismo" (porque reproduce la colonialidad eurocéntrica), ha penetrado hasta el ADN cultural en nuestra indoafro- latinoamérica por lo que, también desde la criminología, se debe contribuir en su desmontaje.

Alejandro Colanzi Zeballos es criminólogo y profesor universitario. Correo: acolanzi@